El primer estudio sobre infecciones tras la dana de Valencia: más contagios por bacterias fecales en los niños
La catástrofe produjo un aumento de las gastroenteritis agudas debidas a la contaminación de la zona

Las catástrofes naturales dejan tras de sí un gigantesco rastro de destrucción y pérdida de vidas humanas. Pasados unos días, además, el impacto sobre la población puede multiplicarse por las epidemias y la limitación de los sistemas sanitarios al dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Con 227 fallecidos y unos enormes daños materiales, la dana que asoló Valencia el pasado 29 de octubre ilustra bien las consecuencias del primer golpe que infringen estos fenómenos. El segundo, afortunadamente, no llegó a producirse gracias a la fortaleza de unos hospitales y centros de salud que, a pesar de las grandes dificultades iniciales, pudieron mantener en gran medida su actividad asistencial.
Un estudio presentado este viernes en el congreso de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que esta semana se celebra en la ciudad, revela ahora que la tragedia sí tuvo un impacto sobre la salud de los niños que viven en las localidades inundadas. Las infecciones gastrointestinales crecieron en las semanas que sucedieron a la tragedia y lo hicieron en gran parte por bacterias de transmisión fecal-oral —Campylobacter, Escherichia coli, Salmonella...—, lo que revela el “desbordamiento de las redes de aguas residuales, la extensa contaminación de superficies y las difíciles condiciones higiéncias y sanitarias a las que tuvieron que hacer frente las personas afectadas”, explican Elena Montesinos Sanchis y Eva María López Medina, pediatras del Hospital General de Valencia y autoras de la investigación.
Este es el primer trabajo que ha medido las consecuencias que la dana tuvo sobre la población en relación a las enfermedades infecciosas y confirma los avisos que expertos y istraciones lanzaron tras la catástrofe. El riesgo de trastornos gastrointestinales era uno de los puntos sobre los que incidió el Ministerio de Sanidad, que hizo públicas unas recomendaciones para los ciudadanos el 3 de noviembre. Otras posibles secuelas, estas sobre la salud mental de los afectados, también han sido confirmadas por los primeros informes realizados. El impacto real sobre la población se irá conociendo con mayor precisión cuando vayan completándose otras investigaciones en marcha.
“En los primeros momentos, los profesionales sanitarios teníamos cierta incertidumbre sobre qué consecuencias en la salud de la población podía tener la dana. Revisamos la literatura científica sobre desastres naturales y, aunque las diferencias son notables según las circunstancias locales de cada lugar, la gran mayoría incidía en el riesgo un aumento en las infecciones. Entre ellas, las gastrointestinales figuraban entre las más destacables”, afirman las autoras.
Decididas a dar una respuesta a la situación e investigar lo que pudiera ocurrir, las facultativas del servicio de Pediatría del hospital crearon en colaboración con la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) un “documento con recomendaciones sobre la atención de pacientes pediátricos con procesos infecciosos asociado a inundaciones para orientar a los pediatras que pudieran encontrarse con estos casos”.
La iniciativa también puso en marcha un sistema para “recoger de forma activa los casos y muestras de todos los niños con infecciones en las zonas afectadas” atendidas en el departamento sanitario atendido por el hospital, que tiene una población de referencia de unas 400.000 personas y cubre un territorio que incluye algunas de las localidades más golpeadas, como Paiporta, Picaña y Torrent.
Las investigadoras observaron esos días diferencias entre las dolencias que afectaban a los niños y a los adultos, aunque no hay estudios publicados sobre este segundo grupo. “Entre la población adulta hubo más lesiones por accidentes y heridas, así como infecciones secundarias asociadas a ellas. Los niños, al estar más protegidos por su entorno, no sufrieron tantos daños de este tipo”, detallan.
El Hospital General también atiende municipios que se libraron de las inundaciones, lo que permitió a las autoras comparar los cuadros infecciosos que presentaban los menores residentes en las zonas afectadas y en las que no. Los datos recopilados corresponden a casos atendidos en los centros de salud y en el hospital, tanto en consultas externas como en urgencias.
En las áreas inundadas incluidas en el estudio, con una población superior a las 50.000 personas, fueron diagnosticados 55 niños con gastroenteritis agudas en los dos meses siguientes a la dana, de los que ninguno requirió hospitalización. La edad media fue de 4,6 años, con un rango que va de los tres meses de edad a los 15 años, con una proporción de niños y niñas de tres a dos.
En realidad, apuntan las autoras, estos datos son solo la punta del iceberg, ya que solo recoge los cuadros clínicos más severos que acuderon a los servicios sanitarios, mientras muchos más de menor entidad no llegaron a acudir a los centros sanitarios.
En un 72,7% de las muestras se aisló algún microorganismo. De ellos, el 60% eran bacterias y el 34,5% virus, mientras que en algo más de un tercio de los casos existía “una coinfección por varios microorganismos”. Las bacterias aisladas con mayor frecuencia en coprocultivo ―análisis de las heces en laboratorio― fueron Campylobacter (14,5%) y Salmonella (9,1%), mientras en las pruebas moleculares por PCR se detectó E. coli enteropatógeno (32,7%), Campylobacter (21,8%), E. coli enteroagregativo (16,4%) y Salmonella (7,3%).
“Estos datos son destacables porque el 60% de las muestras analizadas revelan gastroenteritis causadas por bacterias de transmisión fecal-oral, en comparación con el 12,1% de los niños que viven en zonas no afectadas por la dana. Esto se explicaría por la ingesta de agua o alimentos contaminados y también la transmisión por fómites [objetos o sustancias susceptibles de portar patógenos]”, explican las autoras.
Otro dato importante es el de las coinfecciones. “Las pruebas revelaron que el 34,5% de los niños de las zonas afectadas sufrían infecciones por más de un patógeno simultáneamente, en comparación con solo el 4,7% del resto”, añaden. El hecho de que en el 72,7% de las muestras analizadas en niños de localidades golpeadas por la tragedia fuera identificado algún patógeno contrasta con el 22,5% de los que viven en otras zonas. Esto, explican las facultativas, puede estar relacionado con varios factores: la mayor identificación de bacterias de transmisión fecal-oral por la contaminación del entorno afectado por la dana y el mayor empleo de técnicas más sensibles en este grupo de población, como las de microbiología molecular.
Para las investigadoras, estos datos ponen de manifiesto la relevancia de este tipo de pruebas durante las catástrofes: “Permiten un mejor diagnóstico y un manejo más adecuado de las infecciones, lo que previene complicaciones y adecua el uso de antibióticos indicados frente a los patógenos detectados, en lugar de los de amplio espectro. Estos, entre otros inconvenientes, contribuyen al desarrollo de resistencias”.
Por último, las autoras destacan la importancia de difundir recomendaciones de higiene y poner a disposición de la población todos los medios posibles para cumplirlas a pesar de las dificultades por los daños causados por la catástrofe. “En este caso, era primordial utilizar solo fuentes de agua que fuesen fiables y desechar los alimentos que no estuviesen envasados o con envases permeables, por el riesgo de contaminación. Igualmente, ser estricto dentro de lo posible dadas las circunstancias en el lavado de manos y utensilios al cocinar, ir al baño...”, concluyen.
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