window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiases.info";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiases.info";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }¿Por qué en 2025 aún hay personas sin hogar? | Ideas | EL PAÍSp{margin:0 0 2rem var(--grid-8-1-column-content-gap)}}@media (min-width: 1310px){.x-f .x_w,.tpl-noads .x .x_w{padding-left:3.4375rem;padding-right:3.4375rem}}@media (min-width: 89.9375em){.a .a_e-o .a_e_m .a_e_m .a_m_w,.a .a_e-r .a_e_m .a_e_m .a_m_w{margin:0 auto}}@media (max-width: 35.98em){._g-xs-none{display:block}.cg_f time .x_e_s:last-child{display:none}.scr-hdr__team.is-local .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-start}.scr-hdr__team.is-visitor .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-end}.scr-hdr__scr.is-ingame .scr-hdr__info:before{content:"";display:block;width:.75rem;height:.3125rem;background:#111;position:absolute;top:30px}}@media (max-width: 47.98em){.btn-xs{padding:.125rem .5rem .0625rem}.x .btn-u{border-radius:100%;width:2rem;height:2rem}.x-nf.x-p .ep_l{grid-column:2/4}.x-nf.x-p .x_u{grid-column:4/5}.tpl-h-el-pais .btn-xpr{display:inline-flex}.tpl-h-el-pais .btn-xpr+a{display:none}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_ep{display:flex}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_u .btn-2{display:inline-flex}.tpl-ad-bd{margin-left:.625rem;margin-right:.625rem}.tpl-ad-bd .ad-nstd-bd{height:3.125rem;background:#fff}.tpl-ad-bd ._g-o{padding-left:.625rem;padding-right:.625rem}.a_k_tp_b{position:relative}.a_k_tp_b:hover:before{background-color:#fff;content:"\a0";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
_
_
_
_

¿Por qué en 2025 aún hay personas sin hogar?

La crisis de la vivienda hace que el sinhogarismo crezca. Hay medidas que funcionan, como el modelo finlandés, en que se ofrece una solución habitacional como primer paso

Personas sin hogar en Barajas
Daniel Soufi

No es normal que dos entrevistas a personas distintas terminen de forma casi idéntica, con palabras casi iguales. Pero eso fue lo que ocurrió al hablar por teléfono con Beatriz Fernández, directora de Arrels Fundació, y José Manuel Caballol, director de Hogar Sí, dos organizaciones dedicadas a la lucha contra el sinhogarismo. Ambos respondieron así a la pregunta que inspira este artículo: ¿por qué en 2025 todavía hay personas viviendo en la calle?

—En más de 20 años dedicados a esto, nunca, y esto es algo que quiero dejar claro, nunca en la vida me he encontrado con alguien que me haya dicho: “Quiero vivir en la calle, mi ideal es vivir en la calle”. Jamás.

Nadie duerme a la intemperie por gusto, pero hay personas que prefieren hacerlo antes que pasar la noche en un albergue. ¿El motivo? Los albergues tienen horarios estrictos. A las ocho de la mañana hay que marcharse. Si te pasas de la hora, te quedas fuera. No dejan entrar con mascotas. Como no están pensados para vivir, sino únicamente para pernoctar, tampoco dejan llevar pertenencias. Hay que estar dispuesto a dormir junto a 20 o 30 desconocidos. Además, está prohibido consumir sustancias. Para muchas personas, señala Fernández, dejar de consumir no es una decisión que pueda tomarse a voluntad. No, al menos, si se entienden las adicciones como una enfermedad. Pero no es solo eso. Según Caballol, el otro gran problema es la falta de plazas. “Es una obviedad, es un dato”, asegura. “Calculamos que hay unas 28.000 plazas, y que al menos 37.000 personas se encuentran en situación de sinhogarismo”. En resumen: la ayuda que hay no es buena y es escasa.

El sinhogarismo, la forma más extrema de pobreza, aparece en los medios si se trata de un caso llamativo, como el de las 500 personas que pasaban la noche en el aeropuerto de Barajas. “Solo se hace visible cuando se conceptualiza como un problema de seguridad y orden público”, señala por teléfono Iria Noa de la Fuente-Roldán, coautora de Sinhogarismo y fracturas sociales en España (Catarata, 2025). “Como están en un punto tan visible, con mucho tránsito, generan molestia. Nos interpelan como sociedad”.

El sinhogarismo en España es un problema cada vez más grave. La última encuesta del INE, de 2022, contó 28.552 personas sin hogar, frente a las 22.938 de 2018, un aumento de cerca del 25%. Además, esta cifra solo tiene en cuenta a los atendidos en centros o servicios sociales. 21.900 eran hombres y 6.652 mujeres. El número de mujeres, así como el de familias en situación de exclusión residencial encabezadas por ellas, ha pasado del 19,7% (en 2012) al 23,3% (en 2022).

La esperanza de vida de las personas que viven en la calle es unos 30 años menor que la de quienes disponen de hogar. Su perfil ha dejado de responder al estereotipo del hombre de entre 40 y 60 años, con adicciones o problemas de salud mental y sin vínculos familiares. Hoy, el sinhogarismo afecta a colectivos más diversos y vulnerables. Casi la mitad en España son extranjeros, que solo son el 14% de la población. Además, uno de cada cinco jóvenes LGTBIQ+ en la UE ha vivido alguna forma de sinhogarismo, según la Agencia de los Derechos Fundamentales. No se trata solo de historias individuales, sino de una consecuencia directa de desigualdades estructurales vinculadas al género, la orientación sexual o el origen social.

Fuente-Roldán sostiene que los estereotipos sobre estas personas se construyen en torno a una idea: la culpabilidad. “Este relato traslada la responsabilidad de su situación a la propia persona, generalmente por sus adicciones. Si está donde está, es porque ha tomado malas decisiones”. Solo atribuyéndoles un componente de inmoralidad, añade, se puede justificar, como sociedad, la contradicción de permitir la existencia de miles de personas en situación de exclusión extrema dentro de democracias que se basan en la igualdad y los derechos humanos.

Según Caballol, la crisis de la vivienda nos está llevando a dejar de ver el sinhogarismo como un fenómeno aislado. “Ya no impacta únicamente a los colectivos más vulnerables, sino que empieza a extenderse a amplias capas de la población”. Sus efectos todavía no se ven con claridad, pero cree que el aumento del sinhogarismo será inevitable. “Esto no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso. La gente aguanta, es resiliente”.

¿Cuál es la solución al problema? Existe un amplio consenso en que lo más eficaz es el modelo Housing First, de Finlandia. Su planteamiento es claro: primero se proporciona una vivienda estable y permanente, y después se ofrece el acompañamiento necesario —social, médico o psicológico—. A diferencia de otros enfoques, no exige que se preparen para acceder a una vivienda, se les ofrece un hogar desde el inicio. A partir de ahí se trabaja en su recuperación.

Gracias a este modelo, el país escandinavo ha logrado reducir drásticamente las personas sin hogar. Según la red europea Housing First, entre 2008 y 2020 el sinhogarismo finlandés se redujo a cerca de la mitad, y el de larga duración cayó más de un 70%. El año pasado, la cifra oficial era de 3.806 personas sin hogar, una cifra baja frente a los más de 20.000 de los años ochenta. En 2008, Helsinki contaba con 600 refugios temporales, hoy quedan 50, utilizados exclusivamente en invierno y como medida de emergencia.

Otro enfoque muy efectivo es la detección y atención tempranas. Cuanto más se retrasa la intervención, más difícil es revertir la situación. En la Arrels Fundació trabajan con personas que llevan décadas en la calle. Fernández advierte que vivir sin hogar no solo implica una pérdida material, sino un grave deterioro emocional y psicológico: “A partir de los seis meses, cae la autoestima, la autopercepción y la capacidad de pedir ayuda”. La calle genera miedo y desconfianza, lo que impide crear vínculos sociales. “Se los ve como una amenaza, pero casi siempre son ellos las víctimas de violencia”, añade.

¿Por qué no se aplican estas medidas si se sabe que funcionan? “Los grandes cambios en el ámbito social siempre han requerido tiempo”, responde Caballol. Identifica dos obstáculos: las competencias están muy fragmentadas entre istraciones, y la coordinación es prácticamente inexistente; además, la atención está muy diversificada y, en muchos casos, poco profesionalizada, con gran peso de voluntariado. Todo esto dificulta el avance a soluciones estructurales.

La legislación tampoco está preparada para responder al sinhogarismo. Antoni Milian, catedrático de Derecho istrativo de la Universitat Autònoma de Barcelona, impulsa por primera vez una ley que reconoce el derecho de las personas sin hogar a disponer de un lugar digno donde vivir, y que obligue a la istración a garantizarlo. “Debería ser un derecho subjetivo, algo que la istración esté legalmente obligada a cumplir”, dice por teléfono. El artículo 47 de la Constitución reconoce el derecho a una vivienda digna, pero no es un derecho exigible, sino un principio rector: “No se puede acudir a los tribunales y reclamar que el Estado proporcione una vivienda”.

Para Fernández, lo que falta es “valentía política”. El sinhogarismo no debe tratarse solo como un asunto de servicios sociales, sino desde la convicción de que no puede haber ni una sola persona viviendo en la calle. Cada vez que en un paseo vemos a alguien durmiendo en la calle, debemos tener claro que no está ahí porque quiere.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Soufi
Colabora con distintas secciones de EL PAÍS desde septiembre de 2022. Además, ha publicado en medios como eldiario.es y la revista 'Yorokobu'. Graduado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid. Cursó el máster de Periodismo UAM-EL PAÍS en la promoción 2021-2023.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_