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marihuana
Crónica
Texto informativo con interpretación

La marihuana de cada día

La contracrónica de una operación más contra el cultivo y tráfico de cannabis que absorbe a la policía

Operación de los Mossos d'Esquadra contra la marihuana, en una imagen de archivo.
Rebeca Carranco

Sentados en una mesa sobre una tarima, los tres investigadores iten que ya se llevan pocas sorpresas en su día a día marcado por la marihuana. “Nos hemos encontrado de todo”, resume el veterano jefe de vigilancia aduanera en Girona, Antonio Lajusticia. A su lado, el subinspector de los Mossos Carles Martínez tira del concepto casi anticuado que inventó Bauman: “El crimen organizado es líquido”. “Novedades no hay muchas, simplemente que los delincuentes cada vez mejoran y perfeccionan el ingenio”, añade el inspector jefe de Barcelona de la policía catalana, Lisard Hidalgo.

Los tres policías desgranan un viernes por la mañana los detalles de dos investigaciones paralelas contra tres organizaciones dedicadas, sobre todo, al cultivo y tráfico de marihuana. Necesitaron 400 agentes en total, para detener a 29 personas, de las que 15 ingresaron en prisión; desmantelar 11 plantaciones de marihuana e intervenir más de 100 kilos de hachís, con un valor total en el mercado de 1,5 millones de euros. Muchos policías, con altas dosis de coordinación, para frenar, como el que saca agua del mar con una pala, el tráfico de marihuana en Cataluña, que se ha convertido en su día a día.

Cual tramoyista, Martínez enseña incluso el decorado: “La logística no es sencilla”. Decenas de detenidos, que pasan a disposición judicial por tandas, para no saturar. “Eso supone muchas diligencias, con un equipo importante de instructores”, detalla, con la complicación añadida de que tratan con marihuana producida en Cataluña, con todas sus hojas, cogollos, y tallos. “Hay que recoger las plantas, movilizar abogados, traductores, transporte para las mercancías, recursos ajenos para el desmantelamiento de los equipos técnicos…”.

Un follón, se lee entre líneas, para una lucha que no están ganando. “Es muy muy complejo, un esfuerzo muy importante”, sigue el subinspector, en una rueda de prensa donde los datos suenan a los contados ayer, y a los que se contarán mañana. Organizaciones con plantaciones en casas, armadas para defenderse o atacar, pistolas, tiroteos, amenazas de muerte, testaferros, luz pinchada, falsificación documental, tráfico de multisustancia (marihuana, hachís y lo que caiga)...

Y lo que suena nuevo a la prensa es en realidad desconocimiento, como los jardineros trabajando a comisión. “Como una empresa en cualquier mercado, buscan maximizar beneficios y reducir costes”, explica Lajusticia, de Vigilancia Aduanera. “Si no sacan rendimiento a unos jardineros, los envían a Albania y traen a otros de nuevo”, abunda. Hasta el punto de “despedir a uno porque no tenía la suficiente iniciativa, por no saber responder a los inputs concretos” de una planta. Nada que no hayan visto antes, insiste. A unos “les pagan según el rendimiento: una buena plantación, con el 20% de la producción, una normal, con el 10%”. Y a otros, un pack básico.

Con el pesar añadido de las pruebas que no florecen. “El objetivo era ver si había un delito de tráfico de armas”, explica el inspector Hidalgo, sobre la investigación de Barcelona, que empezó con la intercepción de un coche que llevaba ocho armas cortas. Pero al final, las dos personas detenidas eran el comprador de la mercancía y un intermediario. El tráfico de armas, si se demuestra, será con colaboración de Francia, en otro caso paralelo, donde intentarán saber quién modificó las pistolas de fogueo que acabaron en Cataluña como armas de fuego real.

Tampoco han logrado descabezar la organización de albaneses asentada en Girona. Su jefe sigue cómodamente desde su sofá dirigiendo la empresa. “Es un mafioso cualquiera que está en su sitio y tiene una organización que dirigir. Ha estado aquí, pero nunca lo hemos detectado. Solo tenemos su apodo, pero no lo hemos logrado identificar”, ite Lajusticia. El apodo era Ciu (no confundir con la extinta Convergència i Unió).

La tercera pata pendiente es siempre el gran talón de Aquiles de cualquier operación policial: el dinero, lo único que finalmente importa a los traficantes. Los agentes siguen en ello, con “dos líneas de trabajo”. Por una parte, el blanqueo “a través de negocios lícitos” de personas relacionadas con los traficantes, como una peluquería. “Contrataban a gente en el escalón superior para tener una apariencia de legalidad en nuestro país”, explican, aunque “ninguno de los investigados trabajó un solo día en una actividad lícita en Cataluña”. Y lo segundo, el envío de dinero en efectivo a Albania, gracias al viaje constante de personas al país europeo.

Y tanto esfuerzo, ¿para qué? Si cada vez los traficantes “mejoran más”, e incluso pagan el alquiler de las casas (unos 2.700 euros mensuales en esta investigación) que luego usan para cultivar marihuana. Si los policías luchan día a día contra la marihuana, pero el cultivo y tráfico mantiene su tendencia al alza. Si la sociedad mira la marihuana como una droga blanda, que tampoco causa mayores estropicios... “Para sacarlos de circulación, aunque sea por un tiempo. Es nuestro trabajo”, defiende Lajusticia. “Necesitamos más herramientas”, añade el subinspector Martínez. Y cuando ya nadie graba, ni apunta, algunos alzan la mirada y apuntan más alto: “Necesitamos cambiar el código penal. Que cultivar y traficar aquí no les salga a cuenta”.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.
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