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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El señuelo del 5% de la OTAN

Europa debe tomarse en serio su seguridad, pero el porcentaje del PIB adelantado por Mark Rutte parece un intento de apaciguar a Trump

Ilustración de Sr. García del editorial 'El señuelo del 5% de la OTAN', 8 de junio de 2025.
El País

Hay en Europa un consenso cada vez más sólido respecto a la urgencia de invertir más y mejor en la seguridad colectiva del continente. El detonante fue la invasión de Ucrania, que tres años después ha evidenciado las dificultades para garantizar el apoyo militar a un país candidato al ingreso a la UE. Pero ha sido la hostilidad demostrada por Donald Trump hacia la Unión y hacia la OTAN —pilares de la estabilidad y de la seguridad europeas— la que ha suscitado una creciente toma de conciencia respecto a la imprescindible asunción por parte de los europeos de la responsabilidad sobre su seguridad.

El debate se centra ahora en su traducción a cifras presupuestarias. Para el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, todos y cada uno de los Estados deberían alcanzar el 5% del PIB en su gasto de defensa en 2032. No es una cifra de su propia invención, sino la servicial respuesta a la exigencia de Trump, que ha llegado a insinuar que podría abandonar la Alianza o el incumplimiento de la garantía de defensa colectiva del Tratado Atlántico para los países que incumplan esta arbitraria cifra lanzada por la Casa Blanca.

No hay novedad en esta demanda estadounidense de una mayor participación europea en la carga de los gastos de la OTAN: la exigen desde hace años numerosos presidentes, tanto demócratas como republicanos. Lo nuevo es que lo esgrima un mandatario hostil a las alianzas estables y que observa las relaciones exteriores desde una visión puramente mercantilista, en la que EE UU cobra por la seguridad que ofrece y toda transacción funciona como un juego de suma cero, donde uno gana lo que la otra parte pierde.

De ahí que su presión sobre los socios sea doble y establezca una interesada relación entre gasto de defensa y aranceles. Según la grotesca versión de Trump, la Unión Europea nació para perjudicar a Estados Unidos, de lo que se puede deducir que su objetivo no es tanto una mayor participación europea en la carga de la Alianza como la depredación económica y el abandono progresivo de sus responsabilidades respecto al continente.

No se puede descartar que Europa deba alcanzar algún día este 5% o una cifra similar ante la militarización expansionista de la superpotencia rusa vecina, pero es prematuro adelantarse y desbordar el único compromiso firme de los socios atlánticos, que se sitúa ahora en el 2%, sin una extrema claridad sobre la actitud de Washington respecto a la guerra de Ucrania.

Existe la fundada sospecha de que Trump no quiere tan solo reducir sus propios gastos de defensa en Europa e incluso retirar parte de las tropas estadounidenses, sino que se propone mantener cautivo el mercado europeo de armamento. Por no hablar de que sigue abierta la guerra arancelaria declarada contra Europa, la peor señal que se le puede dar a un socio con el que supuestamente se quiere mantener la confianza.

El presidente del Consejo, el portugués António Costa, ha sintetizado la posición que por ahora interesa a los europeos frente a la caótica presidencia trumpista. “No hay que buscar un número mágico”, como es el 5%, sino definir “las capacidades que necesitamos construir y cómo podríamos invertir en los próximos años”. Es difícil realizar tal ejercicio sin saber qué dirección tomará una istración tan errática como la republicana. Debería empezar a conocerse en la próxima cumbre atlántica de La Haya los días 24 y 25 de junio, pero a la vista de los hechos, conviene que Europa empiece a organizar su seguridad colectiva —y la ayuda a Ucrania— sin esperar a los cambios de humor del inquilino de la Casa Blanca.

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