
Nato, tapas japonesas en el Chinatown madrileño
En una esquina de una de las zonas aún vírgenes del madrileño barrio de a abrió hace medio año Nato Robata & Tapas Bar, un pequeño espacio de gastronomía nipona que es el reflejo de la filosofía vital de su dueño

Algunas de las mejores cosas suceden paseando el perro. Hay gente que hace buenos amigos y otra que incluso se enamora. Furi (en el DNI, Ángel Francisco Pérez, Salamanca, 41 años) encontró así el local de sus sueños, el lugar en el que iba a abrir el restaurante que siempre quiso tener. Fue hace un año, cuando sacando a su perro se aventuró desde Carabanchel, donde se había mudado hacía poco, hasta a. Ahí lo vio. Una vieja bodega de tinajas que se traspasaba en una esquina en la zona aún no gentrificada de este Chinatown castizo.
“Quería un sitio así, pequeño, que hubiera tenido vida, que no fuera de paso, por lo que pudiera convertirse en polo de atracción”, recuerda sentado en una de las mesas a las que se sientan desde que abrió hace seis meses la docena escasa de comensales que caben en Nato Robata & Tapas Bar (Calle Elisa, 1). “Soy de Salamanca, quería dar tapas, que es lo que comemos. Trabajé casi cinco años en el Nobu de Londres, y ahí es donde se me quedó lo japonés, pero no tanto lo crudo, sino lo que se hace a fuego. Aquí somos de brasa y soplete”, apunta este cocinero de formación que no obtuvo el título porque le quedó francés y que antes de abrir este local había también trabajado en el hotel Only You Atocha y dos días y medio junto a Dabiz Muñoz. “No era para mí ese nivel de estrés”, comenta, y lo certifica mostrando la carta de Nato, escueta hasta el punto de que es factible pedirla entera. “Todo tiene mucho sabor y todo tiene sus ingredientes propios, por eso es una carta breve, porque si es larga, repites cosas y, además, estresas al equipo. Y eso no lo quiero. El pimiento te sabrá como nunca, lo mismo los cogollos… ¿no comes zamburiñas? Prueba esta nuestra. Si no te gusta, no la pagas. Puede sonar soberbio, pero es que es así”. El raviolo crujiente con creamy spicy cuesta 4,5 euros, el salmón on fire, 6,5, y la ya célebre zamburiña, 4,90.


La oferta de este espacio de diseño modernamente descacharrado y atractivo en su sincera y buscada humildad se completa con una interesante lista de vinos naturales (“los presentamos simplemente como vinos, sin decir que son naturales, porque los que deberían poner algo son los otros”, desafía Furi) y cervezas diferentes (tienen una asturiana de ortiga). “Va muy bien Nato, pero la terraza es toda la ampliación que pienso acometer. No entiendo que si tu negocio funciona debas empezar a abrir sucursales por toda la ciudad. El otro día me llamaron para ofrecerme un local en Malasaña. ¿Puede ser una librería?, pregunté. Porque si abro algo más no va a ser otra cocina, sino un espacio de libros LGTBI. Tengo un local aquí cerca ya visto”.


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