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Y 24 años después, nuevo disco de Pulp: “Si intentas mentirte a ti mismo o mentir a la audiencia nunca harás nada bueno”

Jarvis Cocker y Nick Banks cuentan cómo se ha gestado su regreso, ‘More’, y repasan el peculiar y sufrido trayecto de una de las grandes bandas inglesas de los noventa

Pulp en una imagen de 2025. Desde la izquierda, Mark Webber, Jarvis Cocker, Candida Doyle y Nick Banks.

Jarvis Cocker y Nick Banks se conocieron cuando apenas eran dos chavales que pasaban la adolescencia en Sheffield, una ciudad inglesa de medio millón de habitantes con una notable tradición musical: de sus calles han salido Def Leppard, Joe Cocker (ninguna relación con Jarvis) o más recientemente Arctic Monkeys. Cuando formaron Pulp, en los últimos estertores de los setenta, la música solo era un pasatiempo, “una excusa para soñar y conocer gente”, apuntan ambos sentados al sol de una terraza madrileña. “En aquella época podías dejar de estudiar, apuntarte a los beneficios complementarios y te pagaban. Era poco, muy poco, pero te permitía tener una banda que no tuviese ingresos”, señala Cocker mientras se coloca las gafas de pasta gorda y sonríe. “Luego Margaret Thatcher se cargó eso también”, remata.

Entrados en los sesenta, Nick y Jarvis lucen en forma, elegantes y con un aire que les valdría tanto para dar una charla sobre poesía inglesa del barroco como para cerrar un festival con miles de personas extasiadas. Han recuperado la emoción de volver a hablar de canciones nuevas. Su despedida, We Love Live, llegó en 2001 y los dejó agotados. Tanto que incluso Cocker cambió Inglaterra por Francia huyendo de todo. En estos 24 años el grupo se había juntado para varias giras tremendamente exitosas, pero hasta ahora nunca habían pasado por el estudio. “No éramos conscientes de que hacía tantos años que no grabamos un disco. La idea de hacer nuevas canciones llegó porque en un momento dado pensamos que podía ser divertido intentarlo”. El resultado, More, es una colección de canciones elegidas en votación popular entre los músicos. “Presentamos varias ideas, las tocamos, luego les pusimos nota y nos fuimos quedando con las mejor puntuadas”, explica Banks, batería del grupo. “Las bandas son bandas cuando están juntas. Esos son los momentos en los que las cosas creativas suceden y en el mejor de los casos consigues que esa creatividad merezca la pena y sea digna de que la gente la escuche”, añade Cocker.

Una situación bien distinta a cuando el grupo arrancó con It (1983), un álbum “grabado con un único micrófono e influenciado en exceso por Leonard Cohen”. Con ese debut la banda pensó que ya lo había logrado, que era un grupo de verdad. No sabían entonces que su siguiente disco tardaría cuatro años en llegar a las tiendas ni que el tercero se demoraría otros cinco otoños más. Un balance terrible que partió al grupo y que llevó a Cocker a estudiar cine en Londres. “En aquella época no creo que diésemos más de un par de conciertos en dos años”. La combinación de un sello poco interesado en ellos, unas canciones alejadas de la corriente comercial y un rumbo poco definido dejó al grupo tocado de muerte hasta que un sencillo se coló como canción de la semana para la revista New Musical Express. “Ahí la cosa cambió un poco y buscamos otro sello, pero el nuestro no nos dejó marchar. Fue una situación compleja”, rememora Banks.

Jarvis Cocker en un concierto de Pulp en el Kings Theatre de Nueva York, en septiembre de 2024.

Tiempos oscuros para una banda que veía cómo el britpop despegaba y que decenas de formaciones llegadas después que ellos les pasaban por la izquierda. Pero su siguiente disco —el aplaudido His ‘n’ Hers— por fin conectó con la gente y los presentó en sociedad. “Aquel trabajo cambió las cosas de verdad”, señala el batería. “De pronto vimos que estábamos ahí y que podíamos llegar”, añade.

El momento en el que todo cambió tiene hora, fecha y lugar y, como las grandes cosas de la vida fue fruto del azar. “Y de estar en el sitio correcto en el momento oportuno”, apunta Banks. En 1995, Pulp fue la banda elegida para suplir a The Stone Roses, formación gafada por los dioses del rock, como cabeza de cartel del gigantesco festival de Glastonbury. Una oportunidad única. Common People acaba de triunfar como sencillo y de pronto el festival enloqueció. Aquella actuación figura entre las más destacadas de la historia de Glastonbury para varios medios ingleses. Jarvis todavía sonríe al recordarlo. “No sé cuántos miles de personas había en la audiencia, pero se pusieron a cantar con nosotros y ese es uno de los momentos que me llevaré a la tumba. Era la primera vez que nos pasaba. Luego salió el disco y fue muy popular e imagino que ahí es donde empezaron nuestros problemas”.

Different Class, editado tras el éxito festivalero, llegó al número uno en la edad de oro del pop inglés de los noventa, colocando a Pulp al nivel de los Blur, Oasis o Suede. Aquellas canciones que retrataban la vida en la calle, en el pub o en los supermercados de esa Inglaterra prelaborista, convirtieron a los chicos de Sheffield en estrellas del rock, con el rostro de Cocker colándose en las revistas junto al de los famosos de la época. No tardó Jarvis en descubrir lo rápido que los sueños pueden mutar en pesadillas.

Después de ser ignorados durante una larga década, Pulp estaba en la cima, vendiendo millones de discos y llevándose a casa el prestigioso Mercury Prize. “Estábamos convencidos de que ese premio estaba gafado”, bromea Banks. “Todas las bandas que lo ganaban acababan mal”, añade. La creencia llevó al grupo a subir al escenario y tardar una eternidad en coger el premio. Numerito que quedó en nada cuando en los Premios Brit de 1996, Cocker irrumpió en el escenario mientras actuaba Michael Jackson para enseñar el culo en señal de protesta por el protagonismo que estaba recibiendo el estadounidense. Aquella noche acabó en un calabozo. “Eso me llevó a un nivel de fama que fue muy raro”, recuerda Cocker sin que le pregunten por ello. “La fama era algo con lo que había fantaseado toda mi vida, pero de pronto todo el mundo te reconoce cuando vas por la calle. De pronto era famoso por cosas ajenas a mi música. Eso no me sentó muy bien mentalmente”. La solución del grupo fue comenzar a trabajar, o al menos internarlo, en su siguiente álbum. “Pensé que podría esconderme de mis problemas en el estudio porque no podía ir a ningún lado y allí nadie iba a venir a molestarme, pero fue una idea muy cara y no funcionó para nada. Fue una manera extraña de aproximarse al disco y nos costó una fortuna”, explican los dos entre risas.

La sucesión de eventos y el éxito musical llevaron a Jarvis Cocker a una posición incómoda, pero también se ganó fama de tipo elegante y de escritor honesto. Mientras los grandes rockeros de los noventa presumían de su virilidad, Cocker retrataba fracasos sentimentales, encuentros sexuales lamentables y hacía crónicas de personajes poco agraciados que rara vez triunfaban, un estilo propio que lo diferenció de otros compositores coetáneos. “Creo que ha habido una cosa constante y es que nunca hemos querido ser una banda normal. Siempre hemos tratado de ser creativos por encima de todo”, señala Cocker con orgullo.

De aquel estudio en el que se escondieron salieron con This Is Hardcore, un trabajo brillante marcado por temas clásicos como el sexo, la fama o los excesos, pero retratados desde la singular visión de un Cocker que para entonces tenía que lidiar con sus propios fantasmas y adicciones. “Fue una época difícil e hicimos algo que reflejó lo que nos estaba pasando en ese momento y muchas de las cosas que nos estaban pasando no eran agradables”, explica el cantante. “Si intentas mentirte a ti mismo o mentir a la audiencia nunca harás nada bueno”, añade. Tres años después, el grupo firmó el capítulo final de su historia, un relato al que ahora han añadido un epílogo que refleja bien su esencia.

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